La segunda generación del Audi 100 fue la encargada de comenzar con una tradición dentro de la marca: los motores de cinco cilindros. Y todo se remonta a hace 40 años, concretamente, en 1976 y la mecánica en cuestión contaba con 136 CV de potencia y 2.1 litros, que para la época era una cifra más que respetable, aunque a día de hoy en un coche de ese calibre nos parezca una cifra de potencia muy normalita.
Este primer motor de cinco cilindros se desarrolló con el objetivo de desarrollar un motor que se situara por encima de su gama de cuatro cilindros en refinamiento y potencial. Ten en cuenta que por entonces la sobrealimentación aún era una rara avis, así que empezaron a considerar opciones de cinco y seis cilindros a principios de los años 70, desechando finalmente los seis cilindros debido al espacio que ocupa en el vano motor así como el lastre que supone en el reparto de pesos del vehículo. No fue hasta 1977 cuando llegó al mercado y lo hizo en el Audi 100, llegando luego a otros modelos como el 80.
También se comenzaba a gestar un auge por el diésel en los vehículos particulares, atendiendo esta necesidad, desarrollaron un motor de cinco cilindros a gasoil con 70 CV de potencia y cuya cilindrada era de 2 litros. Un año después de esto, se introdujo la sobrealimentación en la versión gasolina del cinco cilindros para elevarla hasta los 170 CV de potencia y 265 Nm de par, quedando reservado para el Audi 200.
Y es entonces cuando se empezó a forjar el mito a comienzos de la década de los 80 con el Ur-quattro, que, haciendo uso del turbocompresor, intercooler y la tracción integral, en su configuración inicial entregaba 200 CV, iniciando la senda de la amplia lista de éxitos que cosechó la firma en esa década en competiciones como el Grupo B. Posteriormente, aterrizó el Sport Quattro que además de ensanchar sus vías, estaba hecho con un desarrollo nuevo en aluminio con una potencia de 306 CV y que es el que sirvió de base para el modelo del Grupo B, que en este caso, la versión de competición entregaba 450 CV.
Pero como comentábamos, esa época estuvo repleta de éxitos de competición en la marca, así que en 1987 el gran Walter Röhrl logró alzarse con la victoria en la Subida al Pikes Peak en Estados Unidos a los mandos de un Audi Sport quattro S1 con 598 CV de potencia y poco después, en el campeonato americano de turismos IMSA GTO de 1989, con el Audi 90 Quattro con un motor de cinco cilindros sobrealimentado de 2.2 litros y 720 CV.
Los ’90 vinieron marcados por el Audi RS2, una berlina familiar deportiva de 315 CV con un concepto muy rompedor en la época y que tras su culminación, supuso un parón hasta finales de la década de los 2000, que volvieron a la carga con el Audi TT RS y su motor de cinco cilindros con 2.5 litros y 340 CV, motor que también aterrizaría en el RS3 Sportback y RS Q3.