Hace algunos meses, te hablamos sobre la novedad legislativa en Cuba que permitía a los cubanos adquirir coches nuevos y usados a partir del 3 de Enero del año vigente sin necesidad de la «carta de autorización» que antes se requería por parte de las autoridades debido a la abolición del libre mercado del automóvil por parte de Fidel Castro en el año 1959, tras haber sido aprobada la venta minorista de vehículos en el Consejo de Ministros. Además, dicha ley contemplaba que los ingresos adicionales como los impuestos obtenidos mediante la venta de vehículos se destinarían (hasta el 75%) al desarrollo del transporte público.
Sin embargo, las cosas se iban a quedar prácticamente como estaban. ¿Por qué? Como recordarás, el precio de los coches nuevos que se vendían en la isla era completamente desorbitado. Para que te hagas una idea, un Peugeot 206 nuevo costaba de la orden de 66.600 euros, mientras que por ejemplo un Peugeot 508 costaba 190.000 euros. Si encima, sumas al cóctel que el salario medio de los empleados estatales es de 20 euros mensuales, hace que la compra de un coche en la isla sea poco menos que un sueño.
El resultado con este escenario era de esperar, y ya han salido las cifras a la luz. Sólo se han logrado comercializar 50 automóviles y cuatro motos, que se traducen en unos ingresos de 900.000 euros al estado en forma de impuestos. Evidentemente, de la forma que está estructurado el sistema actual de venta de coches nuevos allí en Cuba genera muchas quejas tanto entre los ciudadanos como por parte de las empresas e inversores, debido a las limitaciones que suponen todas estas medidas de presión fiscal sobre el mercado automovilístico cubano.
Por tanto, tal y como sospechábamos, al menos de momento seguiremos identificando a Cuba por cosas como su vetusto parque automovilístico, caracterizado por coches de fabricación estadounidense de primera mitad de siglo, y en menor proporción, de coches de fabricación rusa y china.