91 años, se dice pronto, pero es casi un siglo. Es el tiempo que ha estado fabricando modelos de coches la marca del óvalo azul (Ford) en Australia, una historia que se remonta al año 1925 cuando dio comienzo con el mítico modelo Ford T que sirvió para motorizar algunos países. Y ahora, llega a su fin al echar el cierre a las plantas de Broadmeadows y Geelong que empleaban a más de 600 trabajadores (a los que habría que sumar la industria auxiliar, siempre tan importante en el sector del automóvil), eso sí, subastando los últimos Ford que salgan de la factoría entre sus empleados.
No es una noticia que nos coja de sorpresa: hace ya algunos años pudimos conocer las intenciones de Ford en aquel país, a la que le siguieron también Holden (General Motors) y Toyota, que también anunció que cesaría su producción en aquel país, por motivos incentivados por la debilidad del dólar australiano frente al dólar americano, no teniendo la competitividad que tenían antaño. ¿Qué va a pasar entonces con esas miles de personas que fruto de estas decisiones se van a quedar en la calle? El propio ministro de finanzas del país ya se pronunció al respecto anunciando que buscaría recolocar a dichos empleados en la industria militar mediante un plan de transición.
Eso sí, esta decisión por parte de Ford no implica que se vayan a dejar de comercializar allí sus productos, lo seguirán haciendo pero ahora en muchos casos sin ser de fabricación nacional. Y por supuesto, manteniendo a su plantilla de 1.500 personas, entre los que se incluyen ingenieros y diseñadores.
En cualquier caso, todos estos movimientos acontecidos en la industria del automóvil australiana han puesto sobre la mesa un callejón sin salida al que ha llegado, y es la muerte paulatina del sector industrial del automóvil al que han estado asistiendo durante estos años.
