¿Qué pasa cuando se cambia al encargado de capitanear una compañía? Que si los deberes todavía no están culminados, pueden haber ciertos cambios para bien o para mal. Algo así ha pasado en el caso de Bugatti, que cambió de CEO, pasando de Wolfgang Dürheimer a Stefan Winkelmann. Y la lista de prioridades de ambos no es común.
O dicho de otro modo: desde que Volkswagen tomó las riendas de Bugatti, los modelos y ediciones que se habían desarrollado se habían hecho siempre teniendo en cuenta un pilar diferenciador como era mantenerse siempre en la cresta de la ola mundial en lo que concierne a récords de velocidad máxima, como un elemento diferenciador del grueso de fabricantes.
En el caso del actual Bugatti Chiron, todavía no se había podido testar cual era la velocidad máxima a lomos de su motor W16, debido entre otras cosas a que no se han diseñado unos neumáticos específicos para el modelo capaces de soportar las velocidades que es capaz de alcanzar.
Aún a pesar de haber vendido más de la mitad de la producción del modelo (320 de las 500 unidades, lo cual es todo un éxito teniendo en cuenta que necesitaron 10 años para vender los 450 Veyron), para el actual CEO de Bugatti y en declaraciones a la CNBC, para la firma no es ya una prioridad cuánto es capaz de alcanzar su modelo, de hecho, es posible que ni tan siquiera lleguen a hacer dicha prueba en un futuro, aunque por el momento no lo descartan por completo.
¿Qué motivos pueden haber empujado a enfrentar ahora la situación bajo este prisma? A nuestro criterio, son fundamentalmente dos: por una parte, el éxito comercial que está resultando el modelo -que no necesita apoyarse en cifras como su velocidad máxima para lograr atraer más clientela-, y por otra, la competitividad existente en esta esfera donde algunos fabricantes como Koenigsegg no tardan en quebrantar nuevamente los récords establecidos previamente por Bugatti, metiéndose así en una hipérbole competitiva que no parece tener fin.
