El pasado 3 de abril, la administración Trump puso en marcha un arancel del 25% sobre todos los coches importados a Estados Unidos, una medida que ha provocado un auténtico terremoto en la industria automovilística global. Este impuesto, que afectará también a componentes clave como motores y transmisiones a partir del 3 de mayo, ha obligado a los fabricantes a tomar decisiones drásticas para adaptarse a la nueva realidad comercial.
Entre las reacciones más inmediatas destaca la de Jaguar Land Rover (JLR), que ha anunciado la suspensión temporal de todos sus envíos al mercado estadounidense durante el mes de abril. «Estados Unidos es un mercado importante para las marcas de lujo de JLR», declaró un portavoz de la compañía, explicando que esta pausa les permitirá desarrollar estrategias a medio y largo plazo para afrontar las nuevas condiciones comerciales.
La decisión de JLR no es casual. El mercado norteamericano representa aproximadamente una cuarta parte de las 400.000 unidades que la marca británica vende anualmente, incluyendo modelos como el Defender, Range Rover y Range Rover Sport. Además, sus ventas en Norteamérica habían crecido un 14,4% en el último trimestre, justo antes de la imposición de los aranceles, lo que hace que el impacto sea aún más significativo.
La situación es particularmente complicada para fabricantes de lujo como JLR, que no cuentan con plantas de producción en Estados Unidos y dependen completamente de las exportaciones para sus ventas en ese mercado. En el último trimestre de 2024, la compañía exportó 38.000 vehículos a Estados Unidos, y se estima que cuenta con suficiente inventario en el país para cubrir aproximadamente dos meses de ventas.
Otras marcas también han comenzado a anunciar sus respuestas a los aranceles, que incluyen aumentos de precios, introducción de tasas de importación, paradas de producción e incluso reducciones de plantilla. Stellantis, fabricante de marcas como Jeep, Dodge, RAM y Chrysler, ya ha declarado una suspensión temporal de operaciones en varias de sus plantas de montaje en México y Canadá, lo que ha provocado el despido de 900 trabajadores en diversas instalaciones de Michigan e Indiana.
Los analistas de Wall Street se muestran pesimistas respecto a estos aranceles, temiendo que puedan afectar gravemente a los beneficios corporativos y empujar al sector automovilístico hacia una recesión. Daniel Roeska, analista de Bernstein, señaló que «un arancel del 25% sobre las importaciones de coches que se extienda más allá de cuatro a seis semanas probablemente crearía un ambiente negativo para toda la industria».