Hace 100 años, Henry Ford revolucionó la industria en general, pero más en concreto, la industria del automóvil. En la planta de montaje de Highland Park puso en marcha su idea con el Ford T: la primera cadena de montaje móvil. Su primera aplicación fue en la industria automotriz, pero rápidamente aterrizaría en otras industrias al comprobar las ventajas que aportaba al proceso de fabricación.
En el caso concreto del Ford T, con la introducción de la primera línea de montaje móvil, suponía la simplificación en el ensamblaje de sus 3000 piezas, al dividir su montaje en 84 pasos diferentes, y reduciendo el tiempo de fabricación por unidad desde las 12 horas a los 90 minutos. Obviamente, esto suponía una reducción considerable del tiempo y mano de obra -y por tanto, del coste- necesarios para fabricar cada unidad, algo que hizo que su coste de venta al público se redujera considerablemente, desde los 850 dólares hasta los 300 dólares en EEUU, haciéndolo mucho más asequible.
Con el tiempo, la cadena de producción de coches de Ford se fue optimizando, llegando a un punto en el que cada 24 segundos salía un coche nuevo. En el año 1914, Ford lanzó la jornada de 5 dólares, un sueldo que en la época permitía a sus empleados adquirir esos vehículos que diariamente producían en esa planta y poder ganar mucha mayor libertad de desplazamiento al contar con un vehículo propio.