Pese a que recientemente Pere Navarro (director de la DGT) fue entrevistado y le restó importancia al éxito que estaban teniendo los patinetes eléctricos, asegurando que no era tal, lo cierto es que su crecimiento es imparable y los propios fabricantes de coches no quieren quedarse fuera de tan jugoso pastel. Hasta Audi ya ha anunciado sus intenciones al respecto, por el momento, con un patinete eléctrico que mezcla conceptos interesantes.
Audi define a su vehículo como mitad patinete y mitad monopatín. Su base es la de un skate, pero cuenta con un manillar para el cual sólo es necesaria una mano para manejarlo. Los cambios de carril y giros vendrán determinados por el movimiento de nuestro cuerpo en función del peso que basculemos a los laterales. En el manillar quedará únicamente el acelerador y freno, pudiendo emplear la otra mano para otro tipo de acciones (por ejemplo, señalizar a otros usuarios un cambio de sentido).
No tenemos muchos detalles técnicos de momento, salvo que pesa 12 kilogramos, su autonomía será de 20 kilómetros y su velocidad máxima es de 20 km/hm contando con un freno hidráulico de pie. Ciertamente no son cifras muy llamativas, puesto que muchos de los patinetes eléctricos que encontramos actualmente en el mercado arrojan números similares o superiores, aunque el concepto en este caso sí que es interesante y disruptivo.
Cuenta también con frenada regenerativa y conexión Bluetooth para poder entre otras cosas conocer su ubicación mediante una función «antirrobo» y acceder a algunos datos interesantes como nivel de carga, velocidad o autonomía disponible. Su diseño permite que a la hora de plegarse sea muy compacto, algo que facilita su entrada tanto en el transporte público como en edificios públicos.
Se espera que salga a la venta a finales de 2020 por un precio en torno a los 2.000 euros.
No espero más de Pere Navarro y otros «elementos» de la DGT, siempre ocupados en recaudar, eliminar lugares de aparcamiento (coche = malo, ciclomotor ruidoso e inseguro = bueno) y reducir límites de velocidad y no en mejorar el estado de las carreteras (y aumentar los límites, que sería lo normal en pleno siglo XXI después de décadas con límites estancados o reduciéndose) o solucionar problemas reales como la congestión en las ciudades y el peligro de los patinetes.