La fibra de carbono, ese material venerado por su ligereza y resistencia superiores al acero y al aluminio, podría tener los días contados en la industria automovilística europea. Una propuesta de revisión de la Directiva sobre Vehículos al Final de su Vida Útil (ELV) por parte del Parlamento Europeo ha encendido las alarmas al clasificar, por primera vez a nivel mundial, la fibra de carbono como un material nocivo. Esta directiva, que ya regula sustancias como el plomo, el mercurio o el cadmio en los coches (aunque con ciertas exenciones), busca hacer más ecológico el proceso de desmontaje y reciclaje de los vehículos.
La preocupación de la Unión Europea radica en el proceso de eliminación de la fibra de carbono, generalmente unida con resina. Durante su desecho o reciclaje, finos filamentos pueden dispersarse en el aire. Estos no solo podrían provocar cortocircuitos en maquinaria, sino que también presentan riesgos para la salud humana si entran en contacto con la piel o las membranas mucosas, pudiendo causar dolor e irritación, e incluso se investigan riesgos más graves asociados a la inhalación de partículas. Algunos estudios sugieren que la inhalación de fibras biopersistentes podría asociarse a riesgos potenciales, aunque la peligrosidad específica sigue siendo objeto de debate científico.
Este posible veto llega en un momento crucial. La fibra de carbono es una solución ideal para contrarrestar el peso adicional de las baterías en los coches eléctricos, mejorando su autonomía y comportamiento dinámico, aspectos clave especialmente para fabricantes premium. Su uso se extiende también a coches con motor de combustión e híbridos, e incluso estructuras completas como los chasis de McLaren. El mercado global de la fibra de carbono, valorado en unos 5.500 millones de dólares en 2024, proyectaba un crecimiento robusto hasta superar los 17.000 millones en 2035, impulsado en parte por su creciente aplicación en el sector automovilístico, que actualmente representa entre el 10% y el 20% de su uso total.
La noticia ha impactado especialmente a los grandes fabricantes japoneses como Toray Industries, Teijin y Mitsubishi Chemical, que dominan más de la mitad del mercado mundial. Para empresas como Toray, el sector automovilístico es el tercer segmento más importante, y una parte significativa de ese negocio se concentra en Europa. Sin embargo, la propuesta aún debe superar el escrutinio del Parlamento, la Comisión y el Consejo Europeo antes de convertirse en ley.
De aprobarse, la prohibición no entraría en vigor antes de 2029, dando un margen de adaptación. Como es lógico, se espera una fuerte oposición por parte de la industria automovilística y otros sectores como el aeronáutico o el de la energía eólica, también grandes consumidores de este material. Y claro está, por parte de los aficionados como nosotros.