El Mazda MX-5 es uno de esos pocos modelos que pese a sus más de 3 décadas de vida en el mercado, ha sabido mantener muy bien la esencia del modelo a lo largo de sus generaciones, combinando ligereza. Y ahora tiene un gran reto por delante, que es el de mantener esa esencia aún teniendo que enfrentarse a la electrificación a la que se está viendo sometida la industria.
El rival más directo que tiene el MX-5 es actualmente el Toyota GR86, un deportivo que bien podemos seguir considerando económico (dentro del contexto actual) pero que en su actual generación, ha experimentado un aumento de potencia que lo ha distanciado prestacionalmente del MX-5, por tanto que cabría esperar que en la próxima iteración del MX-5 volvamos a ver una equiparación… ¿o no?
Parece ser que no. Dave Coleman, ingeniero de desarrollo del MX-5, ha declarado en una entrevista a CarBuzz que no tienen intención de seguir subiendo de potencia al deportivo japonés ni apostar tampoco por la sobrealimentación (aún cuando las normativas de emisiones le puedan empujar a ello). En otras palabras, que no quieren entrar en guerras de potencia y apostar por el equilibrio de su conjunto.
¿Pero qué razones argumenta Coleman? él habla de que un incremento de potencia supondría añadir mejores frenos, mejor caja de cambios y eso acabaría creando una bola de nieve que incrementarían su coste y lo harían más pesado, rompiendo ese equilibrio del que hablábamos.
De hecho, según comenta, cuando se actualizó en 2019 y pasó de contar con 160 a contar con 184 CV en su motor 2.0 SkyActiv fue debido a que Mazda incrementó la línea de corte, que era algo que tenían planeado para poder llegar hasta 7.500 rpm, y en consecuencia, tuvieron que aumentar también la potencia, pese a no estar planificado de manera intencionada en la planificación o documentación interna.
Tampoco quieren instalar un turbocompresor por pequeño que sea, ya que cambiaría la respuesta del mismo y además no sería posible que subiese tanto de vueltas como actualmente.
Vía: Carbuzz
