Nissan ha desvelado por fin la versión de producción del nuevo Z. Finalmente no recibe el nombre de 400Z, sino simplemente Z. Es el sucesor del 370Z y continúa manteniendo la esencia y filosofía del mismo (de hecho, emplea la misma plataforma que el 370Z).
Y precisamente sobre esto último, al tratarse de una evolución en su plataforma, Nissan afirma que ha introducido una nueva dirección asistida, mejorado la rigidez estructural e instalado una nueva suspensión más efectiva.
Estéticamente podemos ver cómo el frontal prescinde los angulosos faros del 370Z para adoptar un estilo más desenfadado y algo menos agresivo. El techo puede escogerse en un color a contraste de la carrocería y en su zaga hay un alerón discreto, escape deportivo con salidas dobles y una tira horizontal para los pilotos que recuerda a la del 300ZX.
El motor encargado de mover a este deportivo es un V6 de 3 litros biturbo con 405 CV y 475 Nm de par, de propulsión trasera y con dos cajas de cambio a elegir: una manual de seis velocidades con Launch Control en el acabado Performance y una automática de nueve velocidades y levas de aluminio (por fin parece que tiene una caja automática a la altura de las circunstancias). Nissan no ha desvelado todavía las prestaciones, más allá de afirmar que el 0-100 km/h es un 15% más rápido que el 370Z (que recordemos, realiza el 0-100 km/h en 5,3 segundos).
En su habitáculo encontramos algunas de las señas de identidad de la saga Z, como los tres relojes analógicos sobre la consola central, pero justo debajo sí que ha abrazado la tecnología y los nuevos tiempos con una instrumentación digital de 8 o 9 pulgadas -en función del acabado- compatible con Android Auto y Apple CarPlay.
Estará disponible en los Estados Unidos con los acabados Sport y Performance (y además, en su lanzamiento también habrá una serie especial Proto Spec limitada a 240 unidades). ¿Lo veremos en Europa? A priori, no. Algunos concesionarios ya han mostrado su interés, sin embargo, al tratarse de un modelo de nicho unido a las restricciones en materia de emisiones, lo convierten en un modelo difícil de rentabilizar en el mercado europeo.