Desde el pasado año 2017 pudimos confirmar que el nuevo Land Rover Defender será totalmente renovado antes de que terminé la década y de hecho, antes de que llegue el verano veremos un prototipo pre-producción que se asemeje bastante al modelo final que veremos en 2019. Sin embargo, la idea de que el nuevo todoterreno británico mantuviese la misma esencia que el modelo a la venta desde hace ya varias décadas, cada vez se disipa más.
Al igual que el Mercedes Clase G, el Land Rover Defender va a recibir una próxima generación dentro de muy poco pero a diferencia del alemán, parece que finalmente la firma inglesa ha decidido tomar un rumbo diferente y dar un paso que marcará -y mucho- las diferencias con el Defender de toda la vida: tocará renovarse o morir, y el nuevo todoterreno deberá dejar atrás muchos conceptos del proyecto original que tanto éxito ha dado a Land Rover. ¿Inevitable sucumbir al concepto de SUV?
Desde Land Rover lo tienen claro: quieren un todoterreno que sea mucho más apto para el día a día y para poder ir por carretera, ciudad… el nuevo Defender no estará tan orientado al uso off-road, y esto se traducirá en una pérdida notable de prestaciones fuera de asfalto, aunque por ende todo lo perdido en el campo lo ganará en ciudad. Será difícil ubicarlo en un término medio, y ver si se acaba acercando demasiado a la idea de Range Rover. De hecho, los prototipos de prueba hasta la fecha se llevan a cabo con carrocerías del Evoque. ¿Será una señal?
Mala noticia. Seguimos expectantes a la carrocería que. como no sea un remake de la anterior, tipo Mustang, Chellenger, Mini, Escarajo, etc., perederá mucho enteros