Aunque inicialmente los fabricantes que comenzaron con las etiquetas verdes (Volkswagen fue uno de los pioneros con «BlueMotion«) se centraban principalmente sobre motores diésel de acceso a la gama, los grandes avances que se han logrado estos últimos años en motores gasolina, especialmente en materia de downsizing han hecho cada vez mayores acercamientos en materia de consumo y emisiones respecto a sus homónimos diésel.
Cuando Volkswagen presentó el Polo 2014 en el Salón de Ginebra pasado, una de las novedades era el Polo TSI Bluemotion, asociado a un 1.0 TSI tricilíndrico de inyección directa con una potencia de 95 CV que homologaba un consumo medio de 4,1l/100 km con unas emisiones de 94 g/km. Estas cifras quedan algo lejos de los 3.1l/100 km del Polo Bluemotion diésel con el motor 1.4 TDI, pero la diferencia fundamental que lo hace más interesante es el hecho de que sea un motor más económico de mantener y a su vez más económico de adquirir (una diferencia situada en torno a los 1.000 euros).
Pese a su potencia, sus prestaciones son más que suficientes para un uso moderado, alcanzando una velocidad máxima de 191 km/h y necesitnado 10,5 segundos para alcanzar los 100 km/h.
¿Cómo lo consigue?
Los cambios aplicados son ya conocidos en la versión TDI: neumáticos de baja resistencia a la rodadura, aerodinámica mejorada con elementos como una parrilla ciega (que recuerda a modelos como el Prius y que ciertamente afea el conjunto), relaciones de cambio alargadas, reducción de altura de la carrocería, frenada renegativa, indicador de cambio óptimo de marcha, así como el sistema Stop&Start.
Con todos estos cambios, consigue una reducción de 0.2 litros respecto al 1.0 TSI convencional.