Comprar un coche de segunda mano es una lotería. Pero ya sea a un particular o a un profesional. Te puedes exponer a numerosas variables que en caso de cumplirse pueden amargarte mucho la experiencia de la compra.
Imagínate que vas a comprarte el coche de tus sueños, un señor BMW M3 de actual generación, y optas por hacerlo en el mercado de segunda mano porque encuentras una unidad de color azul Yas Marina expuesta en un escaparate a un precio irresistible frente a los precios que acostumbras a ver. Y por los motivos que sea, confías ciegamente en las palabras del vendedor del concesionario.
Algo así le pasó a Rob Willis, un británico que pagó 50.000 libras (69.000 euros) por dicha unidad. La cuestión es que un día se encontraba viendo capítulos de Top Gear en los que aparecía el modelo de coche que había adquirido (¿quién no ha buscado nunca vídeos relacionados con el proceso de fabricación de su coche o pruebas de prensa?) y descubrió que el coche que aparecía en pantalla se trataba de su unidad.
Y obviamente, mientras Rob veía como Clarkson le hacía todo tipo de perrerías en pista, su salud mental y física no tuvo que estar pasando por su mejor momento. Hasta ahí podría tolerarse llegado el caso, pero el problema viene porque presentaba algunos problemas mecánicos como diversos ruidos que procedían de numerosas zonas del vehículo y a los cuales no sabían darle solución en el taller del concesionario donde lo había comprado. Ni tan siquiera llamando a la central de BMW en Alemania supieron darle solución.
Evidentemente Rob, una vez se enteró de todo, acudió de nuevo de forma reiterada al concesionario para hacerles partícipes de todo lo que se habia enterado, y allí lograron repararle finalmente todos los fallos y desconocemos si le dieron alguna compensación adicional. Cabe destacar que en cualquier caso, tratándose de una unidad de prensa, posiblemente, lo de Top Gear no sería el único maltrato al que se le sometió…
